ABORDAJE PSICOLÓGICO DEL DOLOR

Artículo elaborado por María Fernández Gómez y Carmen María Sánchez Vázquez, Psicólogas de la AANF y publicado en la revista iNFórmate número 80.

Desde la Asociación a menudo encontramos afectados de Neurofibromatosis que sienten dolor puntual, frecuente o de manera crónica. El dolor puede aparecer como síntoma de la enfermedad o bien debido a alguna intervención o tratamiento, y en función de cada caso puede ser más puntual, localizado o generalizado.  

Se trata de un problema complejo que hay que atender, multidisciplinariamente, de manera específica y única para cada persona. En ocasiones su origen es un neurofibroma que se puede extirpar total o parcialmente sin complicaciones, pero otras veces requiere de un tratamiento paliativo pautado por la Unidad del Dolor del hospital correspondiente. 

Además de la intervención médica, existen otros factores que pueden mejorar la calidad de vida del afectado con dolor. En este artículo proponemos algunas herramientas generales y quedamos a vuestra disposición para profundizar en cada caso concreto. 

EL RASGO SUBJETIVO DEL DOLOR  

En términos muy generales podemos dividir el dolor en dos componentes: el fisiológico o sensorial y el subjetivo o experiencia emocional.  

Si bien el primero depende del abordaje clínico que se realice, el segundo depende en gran parte de cada persona, por lo que la experiencia del dolor podría verse incrementada o reducida en función de diferentes factores psicológicos y sociales. La manera en la que interpretamos esa sensación o lo que hacemos cuando aparece podría intensificarla. Por ejemplo, si creemos que ya no podemos hacer nada, que lo mejor es estar sentados o tumbados, o si tendemos a aislarnos y el sufrimiento se refuerza, la percepción del dolor también podría aumentar. 

El dolor en el entorno familiar es otro factor importante a tener en cuenta. Desde niños nuestra referencia y modelo a seguir son las personas mayores con las que convivimos, principalmente nuestros padres o abuelos. De cómo se comporten cuando sienten dolor, cómo lo expresen, cuál sea su umbral del dolor, si lo afrontan con recursos o mostrando indefensión, etc., de todo eso tomaremos buena nota y podríamos reproducirlo en el caso de que nos ocurra en un momento dado. No es una herencia, es un aprendizaje y como tal se podría modificar. 

ACTIVACIÓN FÍSICA 

Lo primero que tendemos a hacer cuando aparece una molestia o dolor es reducir la actividad de la vida diaria, en cantidad o en intensidad. A medio plazo este tipo de conductas pueden hacer que el dolor se incremente, junto a la fatiga, el insomnio, la ansiedad o la tristeza.  

Ejercicio físico 

Cada vez es más frecuente incorporar el ejercicio físico al tratamiento del dolor y siempre adaptado a las circunstancias de cada persona. El comienzo debe de ser suave en intensidad  para ir fortaleciendo de manera gradual. El ejercicio físico nunca debe de incrementar el dolor, aunque al principio pueden aparecer pequeñas molestias propias de la inactividad, que irán desapareciendo según se vaya acostumbrando el cuerpo. Es un recurso para el que hay que tener paciencia y ser constante dado que los resultados no se notan hasta pasado un tiempo.   

Higiene postural 

La correcta posición del cuerpo también es importante para todas las personas independientemente de que padezcan o no una enfermedad, por eso no hay que descuidarla porque es una manera de prevenir futuras lesiones y de no sobrecargar algunos grupos musculares. Algunas sugerencias para situaciones frecuentes son: 

  • Para sentarse frente a un ordenador se debe de hacer con la espalda erguida y los pies apoyados en el suelo manteniendo la pantalla del ordenador de tal manera que no haya que inclinar la cabeza. 
  • Al coger peso debemos doblar las rodillas y mantener la espalda recta, y es preferible que quede repartido en ambos brazos.  
  • Cuando se permanece un rato de pie y parado hay que evitar apoyar todo el peso en una pierna o curvar la columna.  
  • A la hora de dormir es importante que el colchón y la almohada se adapten al cuidado de la espalda y a la comodidad de cada persona. 

Actividades de la vida diaria  

La sensación de estar limitados por el dolor hace que nuestra autoestima se vea dañada porque nos vemos menos capaces de hacer cosas. La inmovilidad por miedo a que duela más acelera la decisión de dejar de hacer tareas que antes hacían. Es importante evitar el sedentarismo y participar en las tareas de la vida diaria dentro y fuera de casa, seguir asumiendo responsabilidades y continuar con el autocuidado e higiene. En otras palabras, mantener la autonomía personal aportará satisfacción y mejorará la calidad de vida de las personas con dolor.  

HÁBITOS SALUDABLES 

Mantener peso 

Mantenerse dentro del “peso ideal” es una variable importante que permite no sobrecargar huesos y músculos y previene que se intensifique el dolor por esta causa. No solo es necesaria una dieta equilibrada que respete la pirámide nutricional, también es fundamental dedicar un tiempo de calidad a comer. Conviene hacerlo despacio, mantener horarios, con atención plena en los alimentos, en un ambiente calmado que facilite la digestión, lejos de ruidos y distracciones. Conectar con las sensaciones placenteras de alimentarse puede amortiguar el dolor durante esos momentos. Es un acto de autocuidado imprescindible por lo que, aunque el dolor sea intenso, conviene no saltarse ninguna comida. 

Sueño reparador 

El descanso es un factor muy importante en el manejo del dolor. Sabemos que un sueño de calidad y duración adecuada favorece que la persona con dolor sienta que puede manejarlo con más herramientas. Sin embargo, los problemas de sueño van muy ligados a los procesos de dolor. Con frecuencia aparece insomnio, dificultad para conciliar, despertares recurrentes y/o tempranos. Cuando esto ocurre el afectado puede aumentar su percepción de dolor y su sensación de frustración y desesperanza. Además, la tensión muscular aumenta y todo ello contribuye a una mayor inactividad y sedentarismo. Por si fuera poco, algunos medicamentos también interfieren con el sueño nocturno. Parece una espiral de la que es difícil salir pero ¿podemos hacer algo? Podemos actuar en cuatro áreas importantes: 

1. Ambiente: regula el calor, la oscuridad, ventilación, ruidos…Haz de tu espacio de descanso un lugar agradable y ordenado. 

2. Rutinas y rituales: intenta dedicar 10 minutos antes de ir a la cama para hacer siempre la misma actividad: escuchar una canción que te guste, darte una ducha, leer, tomarte una infusión…Cualquier actividad que sea de tu agrado servirá para marcar que es la hora de dormir. 

3. Horarios: mantén horarios regulares de acostar y despertar, incluidas vacaciones y fines de semana. Limita el tiempo de siesta a 30 minutos. 

4. Prepara tu organismo: evita consumir alcohol, café o tabaco al final del día. Controla tu alimentación con una cena ligera y espera dos horas para acostarte. Un par de horas antes de irte a dormir prescinde de la luz blanca de las pantallas (interfiere con la producción de melatonina) y evita leer o hablar sobre temas violentos o conflictivos.  

Ocio y tiempo libre 

Cuando un afectado se encuentra inmerso en un proceso de dolor puede tender a sentirse más limitado, a posponer o rechazar actividades placenteras dentro y fuera del hogar. Sin embargo, intentar rescatar un tiempo diario para practicar una acción agradable es clave. Cada persona deberá calcular el tiempo mínimo que puede aceptar, para unos 30 minutos será suficiente, otros podrán marcarse como objetivo más. Lo importante será vivir esta actividad sin sentirse culpable por no estar haciendo otra cosa o por no poder hacerlo mejor en ese momento. Regalarse un tiempo de ocio a diario es una herramienta que te permitirá sentirte mejor contigo mismo. 

Apoyo social 

Algunos afectados refieren que han dejado de compartir su malestar con otras personas “para no preocupar”, porque “nadie puede entenderme” o porque  “no quiero resultar aburrido con mis problemas”. Pueden percibir que sus familiares y amigos no se sienten con recursos para ayudarles, incluso “soy una carga”. Sin embargo, buscar apoyo social no significa estar continuamente anclados en el dolor, puede ser interesante para realizar otras actividades que permitan al afectado distraerse y sentirse útil (los demás también tienen problemas y, desde tu experiencia, puedes ser un gran ayudante).  

De manera más específica, los grupos de ayuda mutua te permitirán contactar con personas en tu misma situación, desahogarte emocionalmente en un espacio seguro y aprender estrategias que ponen en práctica otras personas para lidiar con el dolor. 

RELAJACIÓN 

El dolor supone un importante estresor para nuestro organismo. Cuando se cronifica, el estado de alerta continuada en el que se coloca nuestro cerebro puede hacer que aparezca ansiedad, lo que a su vez también influye en el dolor. 

¿Qué se puede hacer para manejar la ansiedad fisiológica? Practicar diariamente técnicas de relajación ayuda a combatir el estrés en nuestro organismo y a sentir más control sobre lo que ocurre en nuestro cuerpo. Hay diferentes técnicas, cada uno deberá encontrar aquella con la que se sienta más cómodo. Algunos tipos de relación son: la respiración diafragmática, la relajación muscular o la relajación en imaginación.  

IMAGINERÍA 

Trabajar en imaginación es otra herramienta de gran utilidad para lidiar con el dolor crónico. 

La imaginería motora graduada es una técnica fisioterapéutica que consiste en imaginarnos moviéndonos, haciendo deporte, saltando, corriendo, pero sin hacerlo, solo imaginarlo. E imaginar que todo esto lo hacemos sin dificultad ni dolor. En procesos de dolor prolongados, la percepción que el afectado tiene de su propio cuerpo puede verse alterada. Con este tipo de imaginería se reduce el esquema corporal, es decir, en la representación y percepción cerebral que se tiene del propio cuerpo. Es una estrategia potente, ya que imaginar movimiento, genera movimiento y eso ayuda a modular el dolor.  

Otra alternativa interesante es la observación de acciones. Visionar vídeos de personas haciendo ejercicio con la zona foco del dolor. Igualmente ver movimiento a nivel cerebral genera activación de circuitos neuronales en relación a la musculatura que comanda ese movimiento.  

PENSAMIENTOS Y EMOCIONES 

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que ayudan al ser humano a adaptarse a su entorno. Alteran la atención, la conducta y la memoria y organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos (por ejemplo, los músculos, el sistema endocrino, el sistema nervioso autónomo, las expresiones faciales o la voz). Sirven para establecer nuestra posición con respecto al entorno y nos lleva a realizar conductas de huida o lucha. 

Podemos decir que no es una determinada situación (“experimento dolor”) lo que genera una emoción (“rabia, indefensión…”), sino que, con frecuencia, la variable intermedia es el pensamiento. Es decir, si en esta situación de dolor el afectado piensa “no puedo hacer nada”, lo más probable es que desarrolle sentimientos de rabia e indefensión. Si, en cambio, el pensamiento es “hoy lo tomaré con calma, voy a darme tiempo, cuidarme y fijar pequeños objetivos para hoy”, el sentimiento podrá ser más neutro o positivo. Si la persona se coloca en una visión catastrofista respecto a sí mismo, la realidad y su futuro, se verá afectada su autoestima, su estado de ánimo y la intensidad de su dolor.  

Trabajar sobre las emociones y el pensamiento es fundamental en el manejo del dolor. El cambio de pensamientos es una herramienta muy útil. Consiste en prestar atención a los pensamientos automáticos que tenemos,  a ese diálogo interno que puede estar repleto de distorsiones cognitivas. Generalmente incluyen palabras como “todo, nada, siempre, nunca tengo que, soy un desastre…”. Una vez que lo identifiques, trata de parar y reflexionar sobre la veracidad de ese pensamiento, intentando encontrar uno alternativo que sea más objetivo. 

También se pueden utilizar estrategias de distracción o parada de pensamiento. La distracción consiste en cambiar de actividad hacia otra que implique el pensamiento y permita “ocuparlo” en algo más positivo. La parada de pensamiento requerirá que, una vez identificado el pensamiento negativo, se aplique un estímulo que indique “parada” (por ejemplo, tirar de una goma elástica que el afectado lleve en la muñeca). Posteriormente se sustituye el pensamiento negativo por el positivo y se cambia de actividad. 

Para algunas personas es útil establecer un tiempo diario de preocupaciones. Consiste en un máximo de 30 minutos al día, siempre a la misma hora, donde pueden volcar sus preocupaciones acerca del dolor (escribirlas, compartirlas con alguien, pensarlas…). Fuera de este tiempo no está permitido. De esta forma se consigue posponer el pensamiento negativo a un momento determinado donde, con suerte, la intensidad ya habrá disminuido o se podrá relativizar mejor. 

Otro truco muy valioso consiste en decirse a uno mismo palabras de aliento y ánimo, autoinstrucciones de manejo y refuerzo positivo. Pensamientos tipo “Yo puedo”, “vamos paso a paso”, “lo hago lo mejor que puedo” ayudan a seguir motivado y protegen la autoestima. 

ACOMPAÑAMIENTO DE PERSONAS QUE SUFREN DOLOR 

El dolor intenso, crónico o eventual suele causar impacto en la familia o los amigos, que muchas veces se sienten frustrados porque creen que no pueden hacer nada. Además, se pueden ver mermadas las relaciones y la comunicación por el estado de ánimo más irascible, ansioso o depresivo derivado del dolor. Y precisamente la familia y amigos serán una parte fundamental en la mejora de la calidad de vida. Estas son algunas sugerencias que podrían ayudar al paciente: 

  • Invitar a hablar del dolor como sensación fisiológica pero también del malestar psicológico. Escuchar sin juzgar, con respeto aceptando que el sufrimiento que provoca en la persona es real y por tanto no se debe poner en duda.  
  • Ayudar a comunicar la intensidad del dolor para comprender qué siente la persona, evitando adverbios ambiguos como “bastante”, “mucho” o “un poco”. Se puede hacer comparativas con otras dolencias que conozcan ambas partes como “es como una otitis”, “una migraña”, “un calambre”, etc. También se puede utilizar una escala del 0 al 10 donde cero es la ausencia de dolor y diez un dolor insoportable.  
  • Animar y acompañar en los hábitos saludables que mejorarían su estado de salud físico y psicológico, respetando los tiempos del afectado. Comprender que puede haber días puntuales en los que no se vea con ánimo o fuerza para llevar las rutinas. En estos casos es mejor no forzar e insistir.  
  • Reforzar todos los avances positivos que logre por sí mismo para aumentar la motivación y el ánimo. 
  • No tomar como algo personal su irritabilidad y enfado. Los cambios bruscos de humor son producto de su propia frustración.  

ACEPTACIÓN Y RESILIENCIA 

Para muchas personas la clave ha sido comprender que el dolor crónico no se cura, pero que pueden aprender a manejarlo. Cuando el pensamiento “Ya no puedo hacer esto” da paso al “¿Y ahora cómo podría conseguir hacerlo?” el afectado transita de un rol pasivo a uno activo, aceptando su situación y asumiendo las riendas que le permitan tener más control y salir de la indefensión. Desde esa aceptación se consigue dejar de repetir estrategias que no dan resultado y abrirse a buscar otras nuevas. Aceptar cómo es la situación en el presente, sin atascarnos en anhelos del pasado ni miedos hacia el futuro implica aceptar las limitaciones para comprometerse con objetivos y metas realistas en los que volver a encontrar  la satisfacción personal. 

En el siguiente enlace encontraréis un breve vídeo sobre el dolor de la Sociedad Española del Dolor (con opción a activar subtítulos).  

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